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     Lo más extraño que recuerdo de mis visitas al antiguo consulado de los Estados Unidos en Gabourel Lane/Hudson Street, como beliceño de 18 años preparándose para aceptar una beca universitaria del Departamento de Estado estadounidense, fue cuando un funcionario del Consulado, de la nada, me aconsejó que tendría que esperar dos años antes de solicitar la ciudadanía estadounidense. Este fue el verano de 1965.

    Para mí, el comentario fue extraño porque nunca se me había ocurrido convertirme en un ciudadano estadounidense. Sí, estaba muy deseoso de ir a los Estados Unidos, pero yo estaba feliz en Belize y lo consideraba mi hogar. Mirando hacia atrás, puedo entender cómo el Consulado habría asumido que quería ser un estadounidense: todos los demás lo deseaban, y aún lo desean.

    Mi amor por Belize se deriva básicamente del hecho de que mis padres y mis hermanos y hermanas vivían en Belize, por el hecho de que yo tenía estatus y autoestima en Belize, y por el hecho de que mi familia tenía el privilegio de tener acceso a un cayo privado alrededor de nueve kilómetros al sur sureste de la Ciudad de Belize – Spanish Caye.

    En lo que respecta a cayos, Spanish Caye no era una maravilla natural como Goff’s Caye, por ejemplo, o el viejo Sargeant’s Caye. De hecho, Spanish Caye fue creado por el hombre hasta cierto punto. A lo largo de los años bastante se había rellenado con material áspero-cortado como conchas viejas y coral quebrado. Había un definido punto bajo en el lado meridional del cayo.

    Antes de proceder, permítanme explicarles el acceso de nuestra familia. Spanish Caye, cuando yo estaba creciendo en las décadas de 1950 y 1960, estaba dividido en dos. El lado norte era propiedad de la familia Belisle, y mi madre es Belisle. El lado sur fue vendido por la familia Mayo a la familia Hyde (señora Chrystel Hyde Straughtan) a finales de los años 50, diría yo, y mi padre es un Hyde, el hermano mayor de la señora Straughan. Pensé que Spanish Caye sería mío para siempre, en el sentido de que siempre tendría acceso a él. Si una de las dos familias propietarias alguna vez lo arruinaban todo, seguramente ambas no lo harían.

    Al crecer, pasaría la mayor parte de las vacaciones de Pascua y de verano en Spanish Caye, además de muchos viajes de fin de semana desde marzo, digamos, hasta septiembre. Rara vez fuimos al cayo, como una familia, entre octubre y febrero, cuando el clima se volvía relativamente frío. Pero los miembros masculinos de la familia aún harían viajes de pesca en ese período de octubre-febrero.

   Lo excepcional, increíble de Spanish Caye era la pesca a todo su alrededor. El canal profundo que las naves utilizan para ir al sur corre justo en frente de Spanish Caye. En ese entonces, si uno remaba en una lancha a una corta distancia al oeste del cayo, tal vez 100 o 125 yardas, encontraría profundas aguas azules y abundante pesca.

    A lo largo de los años les he dicho en varias ocasiones que siempre pensé que podía ganarme la vida como un pescador si todo lo demás fallaba, pero ya no estoy tan seguro de eso. Yo no era un pescador que pasaba mucho tiempo buceando en el agua de la manera que la mayoría de los pescadores beliceños lo hacen hoy en día. Esto era porque los tiburones enormes vagaban en el azul delante de Spanish Caye, para no mencionar las grandes barracudas del extremo meridional del cayo. Para mí, y las generaciones anteriores a mí, bucear en Spanish Caye estaba limitado a rápidas inmersiones en busca de concha en agua de tres o cuatro brazas de profundidad.

    Las cosas comenzaron a cambiar en los años justo antes de que me fuera. Esto fue cuando la langosta comenzó a ganar prominencia. Pescadores como Lincoln Young, de Placencia, comenzaron a bucear en busca de langosta en las aguas al este y sureste de Spanish Caye, y mis hermanos menores, Nelson y Miguel, aprendieron a ser buceadores de Lincoln.

    Recuerdo que Nico Coye fue el primero de nosotros jóvenes en usar aletas y una máscara para bucear en busca de langosta fuera del borde del azul. Nico era el único hijo de su madre, pero ella no pasó tiempo en Spanish Caye. (Ella habría estado preocupada por la audacia de Nicromano.) Nico estaba a cargo de su tía, la señora Enid Longsworth Vernon, y se escapó con cosas temerarias. Habiendo visto lo que había visto de los tiburones en ese mismo azul, pensé que Nico era, sí, un temerario.

     Hasta que el huracán Hattie cambió las cosas un poco en 1961, Spanish Caye fue un paraíso absoluto de la pesca. Totalmente espectacular. La pesca para la comida diaria era un hecho: la excitante emoción estaba en las posibilidades de encontrarse con una loca escuela de cubalí (Jack crevalle) o enganchar un enorme pez sierra carite o pez piedra a la cacea. En el faro de Spanish Caye, había un lugar donde los grandes pargos, así como monstruos mero guasa, vagaban en las profundidades para que los pescadores de gota los engancharan. Serruchos, barracudas y coronados eran abundantes. Había varias especies de peces que descartábamos con desprecio, como carboneros, “paagy”, incluso rabirrubia.

    Hattie dañó una sección del arrecife de coral desde el faro de Spanish Caye, cerca de Robinson’s Point, al noreste hacia el faro de Middle Rock. Los barcos de vapor, partiendo de la Ciudad de Belize para encontrar la apertura en la barrera de coral entre Goff’s Caye e English Caye, seguían el canal marcado por el faro de Spanish Caye, el faro de Middle Rock y el faro de Water Caye antes de llegar al quebrado entre los cayos Goff’s e English.

    En Spanish Caye, comimos los mejores y más frescos de los peces – por la mañana, mediodía y noche, junto con johnny cake, powder bun, pan criollo y pan dulce horneados en el fogón. Y por qué no pastel de papa. No hay cocina como aquella hecha en fogón, José. Boil up, sere, picantes bolas de pezcado, cena de pescado, ¡híjole!…

    Nuestras áreas para nadar no se comparaban con Placencia o Goff’s Caye, sin duda, pero el nadar en el agua profunda era exquisito, y la vida era gloriosa.

    Podría decirles mucho más sobre el Spanish Caye que conocí y amé, pero el punto de mi historia es este: tanto como yo quería conocer Estados Unidos, para mí, Spanish Caye lo hizo tal que yo no automáticamente deseaba convertirme en un ciudadano de EE.UU. La barrera de coral de Belize es la más espectacular del hemisferio occidental. Creciendo en Spanish Caye, experimenté algunas de las generosidades y las maravillas de la creación de arrecifes por Dios, y Estados Unidos tenía que demostrarme que era mejor que Spanish Caye. Esto resultó ser una tarea imposible para Estados Unidos, porque no soy un hombre Gucci/Armani/Rolex.

    Para aquellos de ustedes beliceños que nunca conocieron la Barrera de Coral y que se enamoraron de Estados Unidos, tengo gran admiración por lo que han logrado. El Estados Unidos que yo conocí era la economía más competitiva del mundo, y los de ustedes que han logrado el éxito allí, nos han hecho a nosotros los beliceños acá en casa muy, muy orgullosos.

   Espero que podamos resolver las diferencias entre los beliceños en casa y los de la diáspora que oigo discutirse en la radio/televisión y que entiendo están siendo debatidos en las redes sociales. Nosotros acá realmente deseamos que nunca hubieran tenido que irse, y se quedaron tanto tiempo, pero, siempre cito a Robert Frost: el hogar es donde, cuando tienes que ir allí te tienen que dejar entrar. Esto aquí les pertenece a ustedes. Regresen a casa, y volvamos a ser amantes.

    ¡Poder al pueblo!

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